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Vuelven las abejas

“Quiero referirme ahora a un asunto final –dijo el Presidente de Estados Unidos, mirando fijamente hacia la cámara de televisión-. Como ustedes saben, una ciudad en el gran estado de Nueva York ha sufrido una terrible tragedia, y los corazones norteamericanos acompañan a la buena gente de Maryville, donde han muerto veinticuatro personas. Muchos de ustedes se han sentido alarmados ante la aparición de estas abejas, hostiles en apariencia y esto es comprensible. Ha habido rumores de abejas peligrosas en casi todas las localidades de Estados Unidos…”


“Estoy en una colina, general. Puedo ver algo que parece una nube gris que viene hacia aquí. Estoy mirando con largavistas. Tal vez sea sólo una nube. .. Es tan grande…Ya llega. No, ¡son abejas! ¡Dios, general, nunca he visto nada igual¡ Me corta el aliento. No puedo imaginar lo que es. El cielo está negro de uno a otro lado del horizonte. ¡Dios, hay que ver! ¡Tapan el sol! Es como un eclipse, están tan tupidas… ¡Aquí están! ¡Se están acercando! …” Arthur Herzog describe en “El Enjambre” la fantasía desbordada alrededor de la llegada de las abejas africanizadas a los Estados Unidos con ataques frecuentes y numerosas víctimas humanas, en una novela que sirvió a Irwin Allen para realizar una película de las que estuvieron de moda hace algunos años, como otras basadas en pájaros, arañas, hormigas y seres fantásticos invasores.


En Medellín la presencia de enjambres en distintos lugares ha llamado la atención de los bomberos que a través de los años se han encargado de estas emergencias. El fenómeno obedece a la enjambrazón natural que llega por esta época en el momento en que la colonia de abejas tiene más cantidad de crías en los panales y de abejas recién nacidas, con suficientes provisiones de alimento y tan vigorosas que les permite desprenderse de una considerable cantidad de abejas. El término se aplica al acto en que una familia de abejas abandona una colmena para establecer su morada en otro lugar y su tamaño varía según el estado del tiempo, pequeños durante los días fríos, grandes durante los días calurosos. Un apicultor avezado puede prevenir la enjambrazón e incluso beneficiarse de este instinto natural para aumentar su apiario antes de que la nueva familia emprenda el vuelo. En el caso que nos ocupa de abejas silvestres que no están industrializadas y se diseminan en amplios sectores incluso de las zonas urbanas, en lugar de su destrucción debe intentarse la captura para tecnificar su manejo. Lo cual solo podrán hacerlo personas conocedoras y preparadas para ello.


Las abejas pican para defender su vivienda o porque ha pasado algo anormal. Un manejo inadecuado es siempre causa de una arremetida. Por ejemplo las abejas están más irritadas después de una lluvia, cuando han iniciado un pillaje en alguna fuente de néctar, o se les dificulta su ingreso frente a la colmena, o se interrumpe su plano de vuelo. Cuando se hacen movimientos bruscos y ruidos fuertes o se les ataca golpeando su nido. Si una persona recibe varias picaduras se debe aplicar sobre las partes afectadas una toalla empapada en agua tan caliente como se pueda soportar. Si se aplican alternativamente paños fríos y bien calientes se obtendrán mejores resultados en la eliminación de la fiebre local así como también de la hinchazón. Además después de recibir la picadura de varias abejas es recomendable recostarse y permanecer lo más quieto posible. En los casos críticos el tratamiento consiste en la inyección subcutánea de solución al uno por mil de epinefrina, que antes se conocía como adrenalina. Después de haber recibido el ataque de una abeja es posible que la víctima sufra nuevas picaduras debido al olor del veneno que atrae a otras abejas. Por consiguiente si usted ve un enjambre de abejas, no las perturbe, para que no asuman una actitud defensiva.

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