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Historia de la Sociedad Protectora de Animales de Medellín

*Fotos de archivo

En el año 1917 el entonces Presidente del Concejo municipal de la ciudad de Medellín insinuó a la Sociedad de Mejoras Públicas la necesidad y conveniencia de promover la conformación de una Sociedad Protectora de Animales. Puestos en el empeño, los miembros de dicha entidad dieron los pasos para obtener información en otras ciudades y proponer su organización. Por medio del decreto 67 del 27 de julio de 1917, aprobado por la Gobernación del Departamento, la Alcaldía creó la Sociedad Protectora de Animales y posteriormente nombró la Junta Directiva.

 

Difícil reconstruir estos primeros años de la naciente entidad ya que la costumbre aceptada de destruir los archivos cada cierto tiempo deja vacíos que no permiten detallar las acciones cumplidas, ni las personas claves en su funcionamiento inicial. La recuperación parcial de documentos posibilita señalar que en el año 1929 el gobernador de Antioquia, el doctor Camilo C. Restrepo, por medio del decreto 262 de octubre 25 de 1929, le dio a la entidad el carácter de departamental, estableciendo, por medio de los alcaldes, juntas especiales en la cabecera de cada municipio para laborar en bien de los animales. Antecedente de lo que posteriormente fueron las Juntas defensoras de animales.

 

Durante este tiempo la entidad sufrió cambios que reflejaban la situación imperante, unas veces con el apoyo de la administración municipal, otras en oposición abierta a ella por sus políticas sanitarias de exterminio de la población canina, como ocurrió en 1943 con el envenenamiento de perros por orden de la Dirección de Higiene, el uso de la estricnina y las crueles tenazas metálicas lo cual generó el lanzamiento de las oficinas que la SPA ocupaba en el palacio municipal.  Por muchos años la entidad publicó mensualmente la revista Nuestros Amigos de la cual se llegaron a imprimir  dos mil ejemplares por número; además de un periódico quincenalmente. También emitía por los micrófonos de la Emisora Claridad un programa radial llamado “La voz de la Cruz Azul”. La publicidad de la emisora decía: “Diariamente, de cinco a cinco y media de la tarde en sus hogares consejos, instrucciones, recetas sobre las enfermedades de sus animales, las más preciosas historias sobre la vida de estos, música y temas varios de interés. Sintonice usted Emisora Claridad y ayude a la campaña proanimales”. Además de tener oficinas en el Palacio Municipal (donde actualmente funciona el Museo de Antioquia) disponía del potrero “El Guamal”, en la carretera hacia El Poblado; del “Potrero de las Mulas” o “Surrumbal”, que era propiedad del municipio y estaba ubicado en la cabecera de Palenque, vecino al barrio Restrepo en el sector de Robledo. De la finca “Rondalla”, también en el barrio Robledo, y que era propiedad del ciudadano Julio Vásquez Gaviria. El mismo que asumió la vacunación masiva de los perros de la ciudad en el año 1951 ante el recrudecimiento de la hidrofobia, propagada por los perros callejeros a los cuales se perseguía y maltrataba sin misericordia.

 

La entidad acompañó el crecimiento de la incipiente ciudad que a comienzos del siglo XIX fundamentaba su transporte por medio del ferrocarril y la flota de caballos de carga, que se ubicaban en la vieja plaza de mercado en el sector de la Estación Medellín del Ferrocarril de Antioquia. Las necesidades de la época hicieron que la Sociedad Protectora de Animales organizara una cooperativa de cocheros para mejorar su trabajo y el trato que se les debía dar a los caballos. En ella tenían asiento prestantes miembros de la sociedad medellinense, muchos de ellos extranjeros que habían llegado a la ciudad a principios del siglo XIX y después de la Segunda Guerra Mundial, y que influyeron en la apertura de carreteras, escuelas de agricultura, de artes y oficios, construcción de puentes y edificaciones, industria y comercio, comprometidos con la causa por la defensa de los animales. En ella tenían representación efectiva autoridades civiles, eclesiásticas y militares que crearon una clara política de respeto por los animales y control de actos de violencia contra ellos.

 

A mediados de los años cuarenta la entidad se independizó y continuó trabajando con el apoyo de las administraciones municipales y departamentales, cambiando finalmente su radio de acción a nivel de la ciudad. Como asesora creó filiales en barrios de la ciudad y otros municipios del departamento. Igualmente, llegó a asesorar a otras ciudades para la organización de entidades similares.

 

Su presencia en la actividad social de la ciudad era considerada como aporte valioso para la educación de las jóvenes generaciones. Con letra de León Zafir y música de Carlos Vieco instauró su himno, que era interpretado en fiestas y conmemoraciones alusivas a los animales, como el 4 de octubre, cuando en fastuoso desfile la sociedad se desplazaba desde la Plazuela Nutibara, centro de la administración oficial, hasta el Bosque de la Independencia (actualmente Jardín Botánico) en medio de las bandas marciales y la Banda Departamental de Música.

 

Con los cambios que se fueron dando en la ciudad la entidad orientó su actividad hacia el control de la Feria de Ganado, donde se comercializaban los semovientes; las galerías de la vieja plaza de mercado, en el sector de Guayaquil, donde se vendían aves de corral; el matadero de la ciudad, el transporte de ganado y de aves por carretera y ferrocarril, el comercio de animales en las calles y vitrinas de almacenes, las carreras de caballos en el Hipódromo San Fernando, la supervisión del uso de animales en la facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, los casos de accidentalidad vial, sobre todo por el tranvía, la vacunación de perros y la atención de casos de policía por la competencia en ella delegada.

 

Era de tal magnitud su acción que la movilidad de carga por medio de los coches tirados por caballos era regulada por el mismo alcalde de la ciudad, el cual aprobaba o rechazaba las solicitudes para enganchar caballos para el trabajo dominical y en días festivos. Solamente autorizados por el equivalente a media jornada para el transporte de subproductos del matadero en el sector de Tenche. Para los años cincuenta las publicaciones periódicas de la entidad daban cuenta de la existencia de quinientos socios, aportantes y colaboradores en todo lo concerniente a las especies animales. La entidad gozaba de un reconocido prestigio ante la ciudadanía, que miraba y acataba con respeto su participación en la vida diaria. Respeto que igualmente le profesaban las administraciones municipales, que veían en ella una organización civil de incuestionable servicio a la comunidad. Para esos años el empeño estaba orientado a la construcción del Hospital Veterinario, con planos realizados por el arquitecto Nel Rodríguez, el mismo que elaborara los planos del viejo Palacio Municipal, hoy Museo de Antioquia. El proyecto se anticipaba a los actuales sistemas de servicios asistenciales de medicina prepagada ya que su financiación se fundamentaba en los propietarios de animales que se convertían en socios del hospital.

 

Con los cambios de la ciudad disminuyeron considerablemente los vehículos de tracción animal para dar paso a los automotores. Así mismo, los grupos familiares fueron incorporando en sus casas solariegas la presencia de animales de compañía, perros, gatos, aves de corral y hasta vacas en ciertos sectores con vocación campesina. A estos dirigió entonces su accionar la entidad. Se conformaron filiales en muchos barrios en desarrollo, se creó la Cruz Azul, brigadas de niños y jóvenes protectores aglutinados en la causa común del respeto por los animales, y se continuó con el control de movilización de animales hacia los centros de acopio y el mismo Ferrocarril de Antioquia. En 1974 la Sociedad Protectora de Animales se ubicó en el sector de Robledo, barrio San Germán, un lugar apacible con baja densidad habitacional y grandes casas de un solo piso y generosos solares. Allí, durante la administración del alcalde Guillermo Mora Londoño, recibió en calidad de comodato un lote de terreno en las faldas del cerro El Volador, a cambio de su retiro del sector del Chagualo donde se desarrollaban las obras del puente de Barranquilla.

 

En los últimos cincuenta años la entidad asumió la recolección de animales abandonados y albergue de los mismos. En 1992 abrió su consultorio popular veterinario donde se presta atención de consultas, urgencias, vacunas, esterilizaciones y cirugías de todo tipo, orientado a ayudar a los animales cuyos propietarios no pueden acceder a los consultorios particulares, de manera especial a los animales atropellados o enfermos de la calle. En 1997 se iniciaron las campañas masivas de esterilización de caninos y felinos; en 2001 las campañas de adopciones y asesoría a la comunidad y a las administraciones de otros municipios.

Actualizado en mayo 19 del 2020 

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